Hace poco, el actual
gobierno informó que somos el país con mayor porcentaje de mujeres
emprendedoras (34%) y el segundo con mayor número de hombres emprendedores
(39%) citando al informe de “Global Entrepreneurship Monitor ECUADOR 2019 –
2020[1] una iniciativa privada que consiste
en un estudio sobre el estado del emprendimiento a nivel mundial, elaborado por el Babson College y la
London Business School. Esta iniciativa
cuenta con financiamiento privado, sin duda un dato importante para re-conocer
desde “qué parecer” se realiza un estudio, y no caer en las trampas de las
neutralidades.
El 3 de agosto de 2019
el Presidente Moreno se había referido en términos de “somos un país de
emprendedores. Por eso ven un monito, de 5 años, vendiendo en una esquina
gaseosa”. Esta frase me hizo sospechar sobre la declaración realizada por el
mandatario a propósito de las mujeres emprendedoras. Busqué la publicación en
referencia, cuyo link dejo en esta opinión para quienes deseen consultar, y
encontré datos interesantes que cabrían citar, para contextualizar de mejor
manera los dichos presidenciales.
Pero primero, cabe
definir qué es emprendimiento. De acuerdo, a páginas de organizaciones expertas,
como la Fundación Sociedad y Empresa Responsable, SERES, y la Escuela de
Negocios de la Universidad de Navarra y su “Libro Blanco de
la Iniciativa Emprendedora”, el emprendimiento es convertir
una IDEA NUEVA en una INNOVACIÒN exitosa utilizando habilidades, visión,
creatividad, persistencia y exposición al riesgo. Son características
importantes de un emprendimiento, crear valor social, captar necesidades
colectivas, ofrecer propuestas innovadoras es decir no tradicionales y
arriesgar, aunque no disponga de recursos. Es decir, emprender no consiste solo
en crear una empresa, también ser innovador y creativo.
Regresando al informe citado algunos datos adicionales desarrollados en su texto:
LA UNICA FORTALEZA CON
QUE CUENTA ECUADOR PARA EL EMPREDIMIENTO ES LA INFRAESTRUCTURA: “Entre los
países latinoamericanos, el único factor que es evaluado como positivo —es
decir, cuya puntuación es mayor a la mitad de la escala (=5)— es la
infraestructura física” dice el documento en referencia en su página 14, esto
incluye carreteras y servicios básicos. Sí las carreteras sí dan de comer.
EN EL ECUADOR LA MOTIVACIÓN PRINCIPAL PARA EMPRENDER ES LA FALTA DE EMPLEO: En la página 27 del estudio que se citó, indica “…Finalmente, la escasez de un empleo es la motivación principal para los países latinoamericanos como es el caso de Ecuador con 82.71% y Colombia con el 90.10%,…”. Es decir en el Ecuador el emprendimiento existente en su mayor parte no es innovar, es sobrevivir
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[1] https://www.espae.espol.edu.ec/wp-content/uploads/documentos/GEM_Ecuador_2019.pdf
DADA LA COMPOSICIÓN DEL EMPRENDIMIENTO EN ECUADOR, PODRÍAMOS ESTAR EN REALIDAD FRENTE AL TRABAJO AUTÓNOMO O INLCLUSO E INFORMAL: En la página 37 del estudio dice “Se da que 3 de cada 4 emprendedores ofertan productos y servicios que no son nuevos ni siquiera en el mercado local; mientras que 1 de cada 5 ofrecen productos que no existían en su mercado local, pero sí en otros lugares. Estos resultados se repiten para la innovación en procesos”. No olvidemos que de acuerdo a los expertos, el emprendimiento es innovación, ideas nuevas, productos o servicios no “tradicionales”.% y a nivel rural de 20,2%.
Entonces, más allá de
las palabras del primer mandatario, cuya realidad suele ser distinta a la de la
mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas, debemos tener presente otro término, el
cual se puede confundir con emprendimiento, que es trabajo autónomo. El Trabajo por cuenta propia, sin dependencia,
es el que realiza una persona para sí misma. No tiene jefe y realiza su
actividad profesional a título lucrativo y sin sujeción a un contrato de laboral.
En “Perspectivas del
Empleo” de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos)
y de OIT (Organización Internacional del Trabajo) el trabajo autónomo trata de
contratistas independientes, sin empleados que o bien producen y venden bienes
por cuenta propia, o tienen contratos con sus clientes para la prestación de
servicios, regulados por el derecho mercantil o comercial. También puede
existir trabajo con autonomía limitada, y estar quienes, se dedican a este,
integrados a una estructura organizativa, por ejemplo, las vendedoras de
productos por catálogo. Normalmente no
están protegidos por las normas del empleo porque no se aplican a los contratos
comerciales, que son menos gravosos para las empresas de comercialización.
Según la mencionada OIT, en el “Observatorio: El Covid-19 y el mundo del trabajo. Tercera Edición”, el 66% de los autónomos a nivel mundial, se encuentran en países que han tenido que cerrar sus negocios a causa de estados de alarma o similares medidas obligatorias, dependiendo del país.
Ahora bien, trabajo
autónomo no es lo mismo que “trabajo o economía informal”. La OIT indica al
respecto, que son actividades económicas realizadas por personas que no están
cubiertas o que están insuficientemente cubiertas –en la legislación o en la
práctica- por acuerdos formales, lo que significa que –aunque se realicen
dentro del alcance de la legislación-, la ley no se aplica ni se vela por su
cumplimiento. No incluye las actividades penalmente ilícitas.
De acuerdo a la OIT, en su observatorio de Trabajo y COVID19, a nivel mundial entre los trabajadores de la economía informal gravemente afectados por la crisis, las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores de alto riesgo: el 42 por ciento de los trabajadores en estos sectores son mujeres, frente al 32 por ciento de hombres.
Con las definiciones realizadas entonces podemos concluir que, cuando se habla de mujeres emprendedoras no se está incluyendo o no debería incluirse a trabajadoras autónomas ni a aquéllas que están el sector informal. Esta diferencia es relevante y debe ser visibilizada de lo contrario estaríamos ocultando la verdad de los hechos o al menos estaríamos creyendo en la realidad del presidente Moreno.
De acuerdo a varios
medios de comunicación extranjeros, como Diario El País de España, en nota de
26 agosto de 2020, “las cifras que miden la magnitud de la pandemia de la covid-19 en Ecuador no solo hablan de los más de 109.000 contagiados y
más de 6.360 fallecidos en cinco meses, sino de un millón de desempleados y 5,3
millones de trabajadores con condiciones laborales precarias. El parón
productivo que afrontó la economía del país durante más de dos meses y que aún
avanza lentamente con un proceso de reactivación a medias iniciado a finales de
mayo se ha traducido en un significativo desgaste del mercado laboral. El 83 %
de la fuerza de trabajo está desempleada o en la precariedad. Según las
estadísticas oficiales, solo el 17 % de la población económicamente activa
tiene un trabajo que cumple los requisitos mínimos legales”.
Si nos remitimos a las
fuentes del propio gobierno, según el INEC los meses de mayo y junio de 2020 se
registró el 15,7% de desempleo en las mujeres, cuando el promedio de los
hombres es el 11,6%; y en septiembre de 2020 sigue siendo alto y
desproporcionado frente a los hombres, pues la tasa de desempleo de las mujeres
llega al 8% frente al 5,7% de los hombres. El empleo adecuado históricamente se
ubicó en un 38% y que en este momento el Ecuador está en un porcentaje del 32%.
De acuerdo a cifras de la OIT, en el 2019, la actividad informal en el Ecuador, fue de 46,7%, en cuanto a sus características el 68% de las personas que lo ejercen no han terminado la instrucción primaria. Según cifras de ONUMUJERES ante la pandemia, el 45% de las mujeres del Ecuador ha perdido su trabajo. Según este organismo, la mayoría de pérdidas se concentran entre las mujeres que estaban en trabajos ocasionales, relaciones comerciales o venta directa, refiriéndose al informe “Efectos de la emergencia sobre la vida de las mujeres: economía y cuidados”, realizado junto a Fundación Telefónica, que señala además, que 69 de cada 100 mujeres empresarias no han podido abrir sus negocios, mientras que el 76% indicó que se ha incrementado su carga de trabajo de cuidados en el hogar durante el confinamiento y la crisis.
La CEPAL y la Cooperación Alemana en su “Análisis del sector informal y discusiones sobre la regulación del trabajo en plataformas digitales en el Ecuador” indican sobre la proporción entre mujeres y hombres en el sector informal que: “En el año 2007 eran de 81% y 80% respectivamente. Este porcentaje ha venido reduciéndose, llegando a ubicarse en el año 2014 en 68% para hombres y 67% para mujeres. No obstante, los siguientes años se incrementa esta tendencia y para el año 2019 llegan al mismo porcentaje del 74%”.
Puedo sin duda afirmar que las mujeres en el Ecuador
somos trabajadoras, que recurrimos al trabajo informal o al trabajo autónomo
como medio de sobrevivencia, pues no hay empleo adecuado. El emprendimiento, en
su definición exacta, no es por ahora un sector amigable para las mujeres, que
además nos vemos afectadas por las brechas tecnológicas y de innovación, lo
cual podría ser motivo de otra publicación.
Escrito por: Consuelo Bowen.
Twitter: @consuemary
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